La JUKEBOX

foto: allthingsd.com

Julio, chicharras y sol. Hoy no tengo más palabras. Paro a poner gasolina en mitad de un desierto. Creo que he llegado a pisar una pequeña lagartija. Me pregunto si es posible pisar lagartijas o ha sido sólo un espejismo.

Necesito algo fresco, me repito mientras las gotas de sudor van cayendo y me remango la camisa. Decido entrar en el bar de la gasolinera a tomar aunque sea agua con gas o un zumo de limón. Al cruzar la puerta he tenido la sensación de teletransportarme a alguna road-movie americana. Me he sentado en un cómodo banco de dos caras , típicamente mobiliario americano, a esperar que alguien pasara a servir a diestro y siestro café de una cafetera de goteo. Está tapizado en rojo y blanco y me descubro fanático del Athletic Club de Bilbao. Busco sin éxito un póster o un banderín, pero todo está perfectamente estudiado hacia otro lugar. Esto podria ser una gasolinera de la ruta 66 y yo un viajante de zapatos y medias de nylon.

Me atiende un tipo con bigote que me interroga como si fuese el primer humano que ve en mucho tiempo. Pienso para mí que a lo mejor hasta es cierto. Nos separa una barra y una ristra de taburetes retro . Le comento que me gusta mucho la decoración de su bar. Me dice que es un enamorado del estilo retro de los años 50 y con muchas ganas me da todo lujo de detalles sobre la década: el mobiliaro que descubrió en una tienda online, el estilo Dinner que crea tendencia aunque él pasa de modas y lo que quiere es ser autentico y original. Me hace una lista de la música de los 50 en Estados Unidos y del tipo de mujeres que había, de como vestían, de cómo se movían, de que está pensando llenar las paredes con pósters de pin-ups. “Si es que ya no hay mujeres como las de los 50”…me confiesa entre nostálgico y preocupado. Le digo que me sorprende que todo sea rojo y blanco, intentando que confiese sus preferencias futboleras, pero sin soltar prenda simplemente me dice que le gustó la combinación, que el fabricante le ofrecía otros colores: negro y blanco o azul y blanco, però que tiene predilección por el rojo, que dicen que es un símbolo de pasión. No me lo imagino muy apasionado, aunque confieso que con ese bigote le da un aire a Fredy Mercury, que Dios lo tenga en el cielo y que siga allí cantando cuando yo llegue.

Mientras me habla, reviso el espacio y descubro una pequeña maravilla: al fondo, junto a unes mesas y varias sillas retro perfectamente conjuntadas con los taburetes de la barra, hay un jukebox. Le pregunto si funciona y me contesta que por supuesto, que tiene un amigo ingeniero que se la adaptó y puedo escoger la música que quiera de la lista con una moneda de 1 euro.

Estas son las cosas que me sorprenden de mi profesión. Una decoración de hace más de medio siglo que le da un estilo diferente a un bar de carretera, o un clásico que he seleccionado en una màquina de música.

Suena Rock Around the Clock, de Bill Haley&The Comets. El día no habría podido comenzar mejor.

 

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